martes, 1 de abril de 2014

Parece un día (2 de abril de 2013)



Cuando miramos la vida desde Dios todo parece un eterno presente.  Dios camina con nosotros y ni siquiera logramos darnos cuenta de esa inmensa tragedia que hace, apenas un año vivimos y como que perdíamos la capacidad de raciocinar.

Todavía me estremezco cuando quiero recordar el agua de ese 2 de abril de 2013. Salía de poner la Unción de los enfermos a una médica muy conocida, de la que recuerdo su nombre con admiración, Susana. Eran las cinco y media de la tarde y llovía a cántaros en La Plata.  Otra médica, Claudia, me acompañaba y buscaba  la manera de restituirme a mi Carmelo, pero en hora y media no lo logramos, entonces decidimos irnos a su casa por miedo a que se nos apagara el coche que tenía el agua arriba de las gomas.  Veíamos en uno de los intentos, saltar el agua de las alcantarillas casi a un metro de altura y tirando hacia afuera las letrinas de la ciudad.  No entendíamos nada. Pero estábamos frente a la tragedia de una inundación sin precedentes.  NO ENTENDÍAMOS NADA.  Y a mí se me ocurrió llamar a mi compañero, el P. Wilson Ossa y fue la última llamada que entró al teléfono del Carmelo de santa Teresa que se enmudeció por más de un mes.

De ahí en adelante nuestra vida se divide en dos: antes y después de la inundación. Lo cierto es que no puede entrar al Carmelo, y allí estaría el P. Wilson, cual TITÁN de una gran aventura, acompañado por un grupo de hermanos de la Comunidad Cristiana de Vida. Ellos fueron los que lucharon en esa oportunidad.  Hoy los admira más que antes y sobre todo valoro su presencia en ese momento en la casa. Fue una experiencia tan fuerte y tan importante que marcó huella en ellos y nosotros.

Me duele tanta gente que no ha logrado recuperarse de esa realidad y que quedaron sin lo fundamental para afrontar el día a día y sobre todo que los marcó con el miedo y la inseguridad.  O lo que es peor, con un pesimismo que no les permite volver a empezar y a caminar con alegría el camino de la vida.

Le doy gracias a Dios porque cuando llegué a la casa y entré, no puedo olvidar el rostro de Soledad, y la angustia al ver el destrozo de la casa.  Pero al mismo tiempo la fuerza de la presencia de tantos que estando presentes me respondieron a la pregunta que se hacía la misma Soledad: ¿será que nos podremos recobrar?  Y en esa  doble imagen me llena de fuerza para decir que Dios nos acompañó y donde abundó la ruina y la destrucción, empezó la obra de Dios.  Como es verdad que Dios  crea y saca de la nada, porque de este modo lo pudimos vivir y volvimos a empezar.

Por lo mismo yo lo quiero recordar como un día en que el Señor volvió a comenzar en nosotros su obra creadora y pudimos ver que Dios nos creó para seguir creando.  Hoy, ciertamente hubiera querido estar allí para decir que el Señor estuvo grande con nosotros y que no permitió vivir su presencia amorosa de Padre que nos cuidó y nos permitió participar con todo el pueblo de la realidad que vivimos como comunidad y en la que fuimos uno más  de los que caminaban luchando por rehacerse.  Cómo no recordar a cada una de las personas que con su presencia nos acompañó y nos dieron la mano y que nos dijeron más que si hubieran pronunciado mil discursos.

Aquí quiero hacer una pausa para orar por todos los que se nos adelantaron ese día y anticiparon la Pascua, que aunque la habíamos celebrado dos días antes, se convirtió en experiencia de vida y se encontraron, eso sí, en la otra orilla.  Y como dice san Juan de la Cruz rompieron la tela y se encontraron cara a cara con el Señor. Que Dios les regale el premio de la vida verdadera y la paz que puedan comunicar a sus familiares.

Por mi vista pasan cada una de esas más de ochenta personas que junto a la presencia orante y silenciosa de Wilson se movían y limpiaban, sacaban destrozos o recogían lo que se podría salvar y empezaban a dejar renacer nuestro Carmelo.  Porque digámoslo de una vez empezó a brotar de nuestras manos acompañadas con las lágrimas de muchos y con la generosidad de todos.  Para poder llegar a decir que el Carmelo de hoy está más hermoso que antes, no para descalificar lo que han hecho los anteriores, sino porque la generosidad de las personas lo han vuelto a recomponer todo.  Y si quieren dicho de otra manera, el Carmelo de hoy lo hicimos entre todos.  Por eso no podemos permitir que lo que se hizo con tanto esfuerzo se venga abajo.  Lo tenemos que seguir apoyando todos y seguirlo haciendo entre todos, ya que es tarea de todos.  Allí  ha quedado un pedacito de nuestras vidas y es para la gloria de Dios.

Hoy los volveré a dejar en la Eucaristía.  Allí me encontré agradecido con todos uds y me hablaban como siempre de todo lo que vivimos juntos y sobre todo lo que hizo Dios en cada uno de nosotros.  Esa es la gran tarea en que nos vamos a seguir empeñando  en vivir  para poder crecer en el amor para dar amor y alegría y no sucumbir debajo de todas las adversidades y mucho menos debajo del agua que nos debe regenerar y no ahogar ni destruir.

De nuevo gracias por la vida nueva que nos dieron a todos en el Carmelo con lo presencia sanadora de la solidaridad.  Qué grande fue cada uno y cada una en esa efemérides de la inundación-

Dios los bendiga a todos y los llene de paz y de amor



fco. javier jaramillo j. ocd

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